Datos precedentes
La imagen de nuestra Patrona es una talla gótica que forma un bloque unitario con el niño; policromada, con la peculiaridad de llevar al niño en el lado derecho, que la distingue de las restantes. Posee ropas y manto desde el principio del siglo XVII.
Desde el 1 de enero de 1503 esta Imagen está integrada de una manera total y absoluta en la historia de Almería, colocada en el nicho principal o capilla 1ª del Templo Dominicano, tal y como llegó a la playa de Torregarcía en la madrugada del 21 al 22 de diciembre de 1502.
Es una talla gótica, policromada al aceite -según la definen los expertos en arte- cuyo estilo responde al desarrollado en Europa cuando evoluciona el románico en el siglo XIII. Esta talla se integra en el estilo gótico tardío, donde se solía representar a la Virgen, en los lienzos, en su carácter de Madre, es decir, con el Niño.
Al Gótico le sucederá el Renacimiento, que significó el retorno a las formas simples y armónicas que tuvo el arte griego y romano, cuyas interpretaciones, en el orden religioso, se inspiran en la Biblia, recobrando un sello de humanidad. Ello constituyó un vivo entusiasmo, que se despierta en Occidente, por la imitación y estudio de la antigüedad clásica en sus diversas manifestaciones del arte. Puede decirse que fue una reacción natural a contra el espíritu escolástico que imperó en siglos anteriores, iniciado por Carlomagno. Las tallas de las imágenes adquirieron un tono majestuoso. Este movimiento se inició en Italia con el concurso del pontificado de los Médicis, pasando después a España.
En el gótico, se empiezan a vestir las imágenes antiguas de la Virgen. La representación más antigua que se conoce es de 431, titulada “La Maternidad Virginal de María”. Con esta se inicia el representar a la Virgen bajo distintas advocaciones.
Se constata que, en uno de los lugares donde más impacto tuvo este movimiento fue en Andalucía, siguiendo un proceso histórico que fue: El Concilio de Illiveris (Elvira-Granada), en el 306, sustituye las pinturas por las tallas. El de Constantinopla, en el 692, determina el representar a Cristo como figura humana, y no en forma de cordero. El II Concilio de Nicea, el 787, autoriza la representación de Dios Padre, y de la Trinidad, a la vez que complementa el estudio de las imágenes, como medio de devoción. El de Trento, 1545-63, en su sesión XXV, declara el uso de las imágenes, con lo que la imaginería entra en pleno apogeo.
En el XVII ya hay un exaltado ambiente de religiosidad, muy especialmente en Andalucía. El Renacimiento está en todo su esplendor. Dentro de este ambiente, una de las manifestaciones fue el vestir a las imágenes antiguas de la Virgen, en especial aquellas que eran de pequeño tamaño, con lo que las mismas ganaban en devoción y pomposidad.
Por cuanto a estar dotadas de vestidos las imágenes de la Virgen: así ocurrió con la de la Cinta de Huelva (barroca del XVII); con la del Sagrario de Toledo (XIV), cubierta de plata policromada. La del Rosario de los Dominicos en Granada, de 1628, también cubierta de plata. La Virgen del Mar, por esas fechas de la anterior de Granada, es cuando se calcula que fue dotada de vestido y de corona de oro, bajo este movimiento renacentista; hay un dato que nos permite aproximarnos a esta fecha de dotar de ropas a la Virgen del Mar, y es que el 7 de agosto de 1708, el Provisor del Obispado, D. Diego Ladrón de Guevara, destinado a Quito como Obispo y Virrey, envía 100 reales “de a ocho” para un manto para la Virgen del Mar. Lo que denota que, por esas fechas, ya tiene nuestra Patrona vestido y manto.
A partir de entonces, en el devenir del tiempo, su ajuar se incrementa, ya que a principios del XIX, antes de la llegada de los franceses a Almería, el Alcalde-Corregidor D. Dalmacio Alpuente, efectúa un inventario de los enseres y mantos de la Virgen del Mar; y el notario Azuaya firma un acta, donde se encuadran 25 mantos de la Virgen.
Pasada esta penosa historia de los franceses en Almería, se le empieza a dotar de nuevos mantos y ropas, porque los anteriores han desaparecido. Entonces, entre los nuevos equipos, mediado el siglo XIX, la dama camarera Dª María del Mar Bourt y Entrena, le regala un equipo completo a la Virgen, que es con el que la contemplará la Reina Dña. Isabel II en su visita al templo, el 20 de octubre de 1862, como se narra a continuación.
Visita de Dña. Isabel II a Almería con la familia real
En octubre de 1862, la Reina Dña. Isabel II, con la familia real, iniciaron un recorrido por Andalucía, veintinueve años después de su subida al trono. El 11 de octubre, el Mayordomo de la Casa Real anunció oficialmente a las autoridades almerienses la visita de SS.MM y AA.RR. para el día 20.
Era esta la primera visita real que ocurría en Almería después de aquel 21 de diciembre de 1489, cuando los Reyes Católicos llegaron a Almería con las tropas cristianas, permaneciendo aquí por espacio de ocho días. Habían pasado 373 años.
Pero el protocolo real no incluía la visita al templo de la Patrona. Advertido de esta omisión, el Mayordomo de la Hermandad de la Virgen del Mar, Juan J. del Olmo, así como el capellán del templo, el capitular Manuel López Rull y todos los miembros directivos, en particular José Ramón García, que ostentaba el cargo de “predicador de SS.MM”. Éste último gestionó con el capellán real, el Padre Antonio Mª Claret, el ser incluida esta visita al templo en el protocolo real, que a ultimísimo momento se pudo solucionar.
El 19 de octubre de 1862, la familia real partía de Málaga rumbo a Almería a bordo del buque insignia “Isabel II”, que enarbolaba “pabellón real”, escoltado por ocho buques.
A las 11:00 horas del día 20 llegaban a nuestro puerto, donde fueron recibidos con un repique general de campanas, incluida la de “La Vela”, a la vez que bajo el estruendo de los disparos de la fortaleza y de un fuerte coheterío y un innumerable público que los aclamaba.
El recibimiento por parte de las autoridades fue de apoteosis. En la parte del puerto donde se preparó el atraque se alzó un arco triunfal, al que le seguía un corredor amplio alfombrado, de unos 300 metros, que terminaba en un amplio quiosco, a modo de receptor, revestido de esparto, y adornado con pinturas de Giuliani, confeccionado por la Diputación, con un rótulo que rezaba: “Agricultura, Industria y Comercio”; erigido bajo la dirección de José Mª Gómez, Director de Caminos Vecinales de Almería.
El Gobernador, José de la Fuente Alcántara, dispuso, para el traslado de los Reyes, con la colaboración del Comercio de Almería, de un lujoso carruaje comprado en París por 20.000 francos, que incluso la revista francesa “L’Ilustration de París” describió como “de gran lujo”. Estaba preparado para un tiro de 6 corceles, de los cuales 4 eran castaños y fueron cedidos por familias almerienses y otros 2 eran blancos, comprados por 15.000 reales cada uno; todos ellos enjaezados con exquisita guarnición.
El itinerario real fue: desembarco y saludo a las autoridades; desde el puerto a la Catedral; después, estancia en la Diputación, sita en la Plaza Vieja, frente al Municipio, donde tuvo lugar la recepción correspondiente y descanso. Después visita al Templo de la Virgen del Mar. Y, finalmente, visita al Hospital Provincial, desde donde volvieron a embarcar rumbo a Cartagena. En total, una estancia comprendida entre las 11:00 horas hasta las 18:00 horas de ese mismo día.
Visita a la Virgen del Mar
Llegados al Templo de la Virgen del Mar, fueron saludados en la puerta por el Capellán Real y por el del Templo, además de por el Hermano Mayor de la Virgen del Mar, Juan J. del Olmo, acompañados de los directivos José Martínez Neale, José Jover y Creppi, Manuel Leal de Ibarra, Manuel Hortas y José Ramón García. Así mismo les saludaron el Presidente del Gobierno, Carlos O´Donell Abreu, duque de Tetuán, y los ministros Martínez Campos, Sagasta y Cánovas.
Entraron al Templo bajo palio, que portaban los capellanes y directivos, emplazándose en el Presbiterio, en el lado del Evangelio, bajo un dosel preparado para tal fin. También fueron colocadas las autoridades en lugar preferente. Fue entonada una salve, compuesta ex profeso por el maestro Pedro Orihuela para este acto. La dirigió con un grupo coral de damas camareras de la Virgen del Mar.
Terminada, a solicitud del Capellán Real, previamente advertido, invitó a SS.MM. a visitar el camarín de la Virgen, para que pudiesen contemplar de cerca la belleza de la imagen de Nuestra Patrona. La imagen vestía el traje y manto regalado por la dama camarera Dª María del Mar Bourt y Entrena, mediado el XIX.
La Reina oyó complacida y emocionada la breve versión que dio de su historia el miembro de la Hermandad D. Ramón García. A continuación, a indicación del capellán real, a petición de la Hermandad, juntamente con el Sr. O´Donell, invitaron a Su Majestad a ser “Hermana Mayor y Protectora de la Virgen del Mar”. La Reina accedió gustosa y conmovida, con lágrimas en los ojos, y añadió “que lo fuesen también su esposo, el Príncipe de Asturias (después D. Alfonso XII) -que iba de la mano de su aya-, la infanta Isabel y las menores Mari Paz, Juana y María del Pilar. Fue en este momento cuando la Reina, conmovida, ofreció regalarle a la Virgen un vestido (toca) y manto.
A continuación, a pesar de lo reducido del espacio del camarín para el número de personas allí presentes, le presentaron para su firma un libro con el “Acta” de la visita real, creado por la Hermandad para este fin, denominado “Libro de oro”. Firmó la Reina, su esposo, el Príncipe de Asturias, llevado de la mano de su Padre, la infanta Isabel y a continuación la propia Reina escribió: “por nuestros hijos menores, Mª Paz Juana y Mª del Pilar”, de su puño y letra.
Para estas firmas ocurrió un episodio digno de mención: para la firma real habían echado mano de una mesita prevista para tal fin, pero, con las prisas, advirtieron que la habían olvidado colocar, por lo que los Reyes firmaron en el libro de actas estando éste sostenido por el capitular José Espadas y Cárdenas y José Ramón García.
Terminada la visita, el cortejo real se dirigió al Hospital Provincial y, desde aquí, embarcaron rumbo a Cartagena.
La Hermandad, en recuerdo de esta visita, además de la creación del “Libro de oro”, destinado para actas reales y altos dignatarios, según consta en los Estatutos que entonces redactaron, ordenó colocar una placa conmemorativa de esta visita en el camarín de la Virgen, la cual permaneció hasta julio de 1936, que desapareció con el incendio y saqueo del Templo.
Al guión de la Hermandad se le agregó la enseña real y, a la vez, se vació una medalla para la Hermandad que, en el anverso, llevaba la Imagen de la Virgen y, en el reverso, las armas de España y Almería con una inscripción que decía: “20 de octubre de 1862, en memoria de eterna gratitud a S.M. Dª Isabel II”.
En la recepción efectuada en la Diputación destacaron las poesías que dedicaron a la Reina niñas de los colegios, y las octavas reales que le dedicó Francisco de León Bendicho y Quelty, académico de las Buenas Letras de Sevilla, Fundador del Liceo Artístico de Almería y Diputado.
El periodista Francisco Rueda López, que dirigía “La Crónica Meridional”, publicó en el periódico un amplio reportaje de la visita real el viernes 23 de octubre de 1862, periódico nº 761, y así mismo lo deja relatado el cronista que acompañó a los Reyes en su viaje por Andalucía, D. Francisco Mª Turbino.
Entrega del manto regio y su utilización
El real ofrecimiento se cumplió el 23 de diciembre de 1863, fecha en que el Secretario de S.M. y Diputado por Almería, a la vez que comisionado para este fin, José Amador de los Ríos, salió de Madrid por ferrocarril vía Cartagena y desde aquí por vía marítima hasta Almería. Portaba el manto ofrecido, vestido y toca, confeccionado en el obrador de palacio, donde se ejecutaban los atuendos reales de gran empaque.
Manto y vestido fueron ejecución de alta artesanía. El manto ostentaba, en la parte de atrás, el escudo real y la inscripción “SS. MM. los Reyes Católicos Dª Isabel y D. Francisco de Asís a Ntra. Sra. Del Mar de Almería”.
El comisionado fue recibido por el Alcalde-Corregidor, Miguel Fernández de Beloy y por la Corporación Municipal. El atuendo fue llevado al Ayuntamiento, quedando expuesto en el Salón de Plenos.
El 31 de diciembre de 1863, en una gran batea portada por concejales y miembros de la Hermandad, acompañados por todas las autoridades locales, fue llevado al Templo de la Patrona, donde el comisionado hizo entrega al Hermano Mayor de dichas prendas.
El notario Mariano de Toro y Gordon, dio fe de dicho acto de entrega, en escritura pública, en la sacristía del Templo. El Hermano Mayor firmó la recepción, siendo testigos las autoridades almerienses y directiva de la Hermandad, en un número total de once personas.
Acto seguido, en el propio Templo, un grupo de damas camareras lo depositó en el altar mayor y fue entonada la misma Salve que se efectuó en la visita real. El prelado D. Anacleto Meoro Sánchez bendijo las prendas, terminando así el acto.
Fue estrenado en la procesión del 1 de enero de 1864. La Virgen, en su trono procesional, fue llevada a la Catedral, donde tuvo lugar una función religiosa, el canónigo y bachiller en Derecho Canónico Antonio de Zafra y Cantero pronunció una homilía que resultó un canto y elogio a nuestra Patrona, a la vez que una demostración de gratitud a los egregios donantes.
Los pintores almerienses de entonces, en especial Antonio Bedmar y Rueda López, perpetuaron el manto con sus pinceles y litografías. Gracias a ellos tenemos constancia de cómo era el mismo y de su empaque. Fue confeccionado con terciopelo verde mar oscuro y estofado con una serie de grecas en su conjunto, de verdaderas filigranas, y festoneando su perímetro de un riquísimo fleco; todo ello en oro.
Dice una crónica periodística de la época que el pueblo de Almería se volcó con su Patrona, asistiendo a la procesión y actos religiosos. Vinieron también numerosos vecinos de Huércal, Viator, Cabo de Gata, Roquetas y otros pueblos, para ver a su Virgen.
Desde entonces, en todas las solemnidades, luce la Virgen este real obsequio.
Restauración del manto regio
El entusiasmo popular hacia la Virgen del Mar ha sido siempre masivo, especialmente cuando salía la procesión los balcones del itinerario siempre estuvieron adornados con flores, colgaduras y mantones de Manila. Incluso en el recorrido solían montar arcos de ramaje, en especial en la calle Real, antes de traspasar la Puerta del Mar, camino de la orilla, rememorando su origen marinero, donde solía llegar a través del final de la calle de la Reina, para desembocar en el balneario “El recreo”, o “Baños de Jover”, emplazados en la playa que había entre el final de la calle la Reina y Real. Donde las barquillas estaban adornadas con farolillos a la veneciana, y donde hacía estación la procesión. En los edificios del puerto, en 1875, consta el curioso hecho de la instalación de las primeras bombillas eléctricas al paso del cortejo. Así lo describe Rueda López en la Crónica Meridional que dirigía.
El pueblo llano, como señal de gratitud y devoción hacia la Señora, por algún favor recibido, solían ofrecerle a su paso luces de bengalas, voladoras o lanzamiento de cohetes. El Cabildo, por su parte, emplazaba alrededor del trono de la Virgen a doce pobres portando tremendos hachones embreados, encendidos durante todo el recorrido. A estos hombres incluso los equipaban con ropa para ese acto, dotándolos de camisa y jubón-capa corta, tipo aguadera, calza, media, asnal, chapeo y diabastro o zapatón.
En medio de este ambiente, la Virgen desfilaba entre humos de azufre, el polvo de las calles, que entonces no tenían asfalto, además del clima marino y húmedo de su estancia y paso por la orilla del mar. No eran, sin duda, las mejores condiciones para la correcta conservación del manto. Como consecuencia de ello, a los veintiún años de su estreno, en 1885, advirtieron que el terciopelo se deshilachaba y se caía, a la vez que las grecas del manto se ennegrecieron.
El capellán del Templo, el capitular D. Trinidad García López, ante esta situación y de acuerdo con el Hermano Mayor, Agustín Bocanegra y Gaona, consultaron con la Abadesa de Las Puras, Sor Isabel de los Remedios de Haro y Alonso, especialista en esta materia. Sor Isabel planificó la restauración. Pero el montante que suponía hubo de dejarse en suspenso en primera instancia, por carecer de fondos.
En 1885, durante el Septenario a la Virgen, que se celebró en La Catedral, con motivo de los terremotos acaecidos en Granada, un grupo de damas camareras, con permiso del capellán, realizaron una colecta en la ciudad, con destino a sufragar los gastos de la restauración del manto. Con igual fin, el capellán se dirigió a la Reina, informándole de lo que sucedía con el manto y las causas que lo motivaron, por cuya razón solicitaba licencia para su arreglo. La Casa Real otorgó su permiso, añadiendo que: “jamás olvidaría S.M. a la Virgen del Mar”.
La Hermandad, en Junta General, accedió también a dicho arreglo, y las damas camareras solicitaron participar en las obras de restauración de dicha prenda. El prelado, D. José María Orberá y Carrión, concedió permiso para que estas damas entrasen en el obrador de la clausura del Convento de Las Puras, donde se efectuó el trabajo.
Comenzó dicho trabajo el 30 de mayo de 1885, duró un año y tres meses, hasta el 20 de agosto de 1886. En la mañana de ese día, tras oír misa todo el personal y la Comunidad de religiosas, concluyendo con un Tedeum en acción de gracias, el manto, ya restaurado, fue depositado en un coche de caballos, un landó de Dª Carmen Avigaret, viuda de Jiménez, y trasladado al Templo Dominicano, donde fue recibido por el capellán, Junta Directiva de la Hermandad y un numerosísimo público que lo esperaba y aclamaba. En el templo fue bendecido por el Lectoral D. Eusebio Sánchez Sáez, que era “visitador del Convento de Las Puras”. Acto seguido se entonó una Salve, depositando el manto sobre el altar mayor.
Los materiales empleados para la restauración importaron 15.056,75 reales, equivalentes a 3.764,19 pesetas. El peso del manto, que era de 18 libras, equivalentes a 8,100 kgs., antes de su restauración, resultó después en 1 arroba y 9 libras, equivalentes a 15,550 kgs. Así se hizo constar en acta del capellán del 22 de septiembre de 1886.
Personal que intervino en la restauración
- Damas camareras que recaudaron fondos:
Dª María Mercedes Pastor, Josefa Campos Rambaut, Dolores Castro, Candelaria Hurtado, Francisca Terriza, María Ramírez Cassinello, Araceli Valverde y que actuó como secretaria. Se hicieron 2.044 peticiones. - En la reforma del manto; religiosas:
Sor Isabel de los Remedios (Abadesa), Sor Patrocinio (ahijada de la Reina Isabel II), Sor María del Olvido, Sor María de la Purificación, Sor María del Santísimo Sacramento y Sor María del Carmen. - Damas Camareras en la reforma del manto en el Convento:
Isabel Pérez Núñez, Mª Dolores Bellver Pereira, Inocencia Carretero Ferrer, Mª Concepción Pastor Fido, Antonia Cordero Ferrer, Dolores Pastor Fido, Gádor Sánchez, Trinidad Domínguez, Candelaria Capulino Hurtado, Mª Dolores Vidal, Soledad Riancho, Araceli Valverde, Mª Dolores Sánchez Faba, Mercedes Morcillo, María Morcillo, Araceli Roda, Francisca Roda, Carmen Vivas, Piedad González, Ángela García Cassinello, Rosario Delgado, Teresa Cassinello Pagán, y Dolores Caballero Aguilar. - Bordados y cordones del traje del Niño, fuera del Convento:
Dña. Tomasa Pastor, Mercedes Pastor y Carmen Bellver Pereira. - Religiosas que hicieron la toca:
Sor María de la Purificación, Sor María de las Llagas y Sor María del Mar.
Recuerdos de este acontecimiento.
Como recuerdo de la labor desarrollada en la restauración del manto regio, y para perpetuar su memoria, en el campanario del Templo se montaron dos campanas; la más pequeña fue llamada “Sor Isabel de los Remedios”, para que el pueblo de Almería recordase, como símbolo de gratitud, la labor realizada por la Abadesa de la Puras, obra maestra por excelencia. Esta campana llevaba la inscripción: “Restauración del manto en el Convento de la Purísima Concepción 1886”, y la más grande la denominaron: “María del Mar”. Ambas fueron desmontadas y destruidas en julio de 1936.
También, en la “Exposición regional” que tuvo lugar en agosto de 1896, la Junta Directiva concedió el primer premio de trabajos presentados al “Manto Regio” restaurado, que valoraron entonces en 100.000 pesetas.
En la contienda civil de 1936.
En julio de 1936, este manto, junto con “el de los gusanos”, pudieron ser salvados del saqueo y del incendio del Templo, el día 25, al haberse podido ocultar en el domicilio de la dama camarera Dª Ana Martínez Ramírez, que era profesora de Magisterio e inspectora del mismo, quien no tuvo el menor inconveniente en esconderlo, a pesar del riesgo que implicaba, y prefirió correrlo para salvar tan grandiosa prenda, de tanto valor histórico, ocultándolo camuflado en su casa de la calle Álvarez de Castro, por cuya razón pudieron ser salvados.
En la actualidad.
La imagen de nuestra Patrona, en las grandes solemnidades, ha lucido esta prenda real, orgullo de Almería y de los Almerienses. Y, como es normal, ha venido sufriendo el deterioro del tiempo.
En el Acta de la Junta de Gobierno del 12 de diciembre de 2000, consta que: el 25 de noviembre de ese año, después de las gestiones llevadas a cabo por la actual Camarera Mayor: Concepción Alarcón Candela, varios restauradores de la Junta de Andalucía con la profesora Dª. Alicia Pinilla, se desplazaron a Almería y examinaron minuciosamente el manto, del que manifestaron que no existe en toda Andalucía una sola prenda igual. Por cuya razón, afirmaron la necesidad de efectuarle una nueva restauración, porque lo consideran “una pieza clave del patrimonio andaluz”. Con esta restauración se dejaría tal y como fue concebido en la 1ª efectuada en 1885. Los examinadores, que lo hicieron minuciosamente, insistieron en la conveniencia de esta nueva restauración al considerarlo: “pieza histórica memorable”.
En Junta General Extraordinaria de la Hermandad, de 26 de junio de 2001, convocada principalmente por motivo de la Restauración, se trató el tema, se habló del procedimiento y se aprobó realizarla en la empresa de bordados sevillana “Sucesores de Elena Caro”. Se discutió sobre dos opciones:
- Dejarlo estable, tal y como estaba, como pieza de museo.
- Restaurarlo como había sido aconsejado por los examinadores.
La asamblea votó por unanimidad a favor de la restauración, el plazo de entrega de la obra restaurada sería en noviembre de 2004.
El Manto Regio restaurado fué expuesto al público en la Sala Capitular de la S.A.I. Catedral de la Encarnación los días 14 al 16 de Junio de 2006 y bendecido por el Sr. Obispo D. Adolfo González Montes el 17 de Junio. La imágen lo lució nuevamente en la procesión de alabanzas del domingo 28 de Agosto del mismo año.
Más información: artículo de José de Juan Oña en el Boletín de la Hermandad, nº 17 (agosto 2002).