Durante la Guerra Civil

Desde 1935, la Comunidad de Padres Dominicos estaba constituida por el Prior, Fr. Ramón Ballarín Arechalde, y Conventuales, Frs. Aquilino Marinas Álvarez, Juan Aguilar Donis, Tomás Morales Morales, Jerónimo Baturoni Salmerón, Fernando Groud Jiménez, Paulino Álvarez, Federico La Rubia, Donato Fernández, y los hermanos de obediencia Luís Fernández Martínez y Fernando de Pablos Fernández.

El P. Ballarín estaba al día de la situación anómala existente en la ciudad. Previendo su progresivo deterioro, ante futuros y desagradables sucesos, meditó acerca de cómo poder salvaguardar todo lo que estaba a su cargo, especialmente la imagen de nuestra Patrona. La relación de Ballarín, por motivo de diversos trabajos en el templo y Convento, con un artesano carpintero cercano a los dirigentes del Comité central, le sirvió para estar bien informado de la situación y le determinó a tomar una seria decisión para preservar al menos la Imagen de la Virgen del Mar.

Desde las Elecciones del 16 de febrero, el Prior decidió que cada noche, al cerrarse el templo, se sacara a la Imagen de su camarín, echándosela él personalmente al hombro para depositarla en su propia celda, en previsión de cualquier incidente nocturno. A la mañana siguiente, antes de abrir el templo, la volvía a emplazar en su camarín, que era sencillo y accesible, donde se podía contemplar mejor que ahora la belleza de la Imagen. Para ello había obtenido, previamente, el asentimiento del Consejo de la Comunidad, así como del Hermano Mayor de la Hermandad, con quien compartió esta decisión con la mayor prudencia.

Como la situación empeoraba, y considerando insuficiente esta primera medida, previas nuevas consultas, decidió la suplantación de la Imagen, para evitar  males mayores. A tal fin, el P.Aquilino, que era consiliario de la Asociación de Santa Rita, que dirigía Dª Angustias Pérez Gallardo, con ella y con su hermano D. José, amigos de Aquilino, aceptaron la propuesta de guardar la Imagen de la Patrona en su domicilio, alejándola de los riesgos del templo y Convento. Decisión ésta aceptada por la Comunidad y el Hermano Mayor de la Hermandad.

Para eludir sospechas había que emplazar en el camarín otra Imagen, igual que la de la Patrona; operación que requería un proceso, dentro de la mayor intimidad. El P. Aguilar, procurador del Convento, a la vez que organista y Director de la “Schola cantorum” del templo, practicaba la pintura al óleo; y era amigo personal del escayolista de la calle Granada, a la vez que profesor de la disciplina de “Modelado” de la Escuela de Artes y Oficios, D. Francisco Álvarez Lloret, quien, a solicitud del P. Aguilar, convino con la Comunidad un proceso a seguir, consistente en modelar a escayola el rostro de la Virgen del Mar. En varias jornadas nocturnas él y su hijo D. Francisco Álvarez Moreno reprodujeron, en la celda conventual de Ballarín, la cara de nuestra Patrona. Y realizado ello, el P. Aguilar reprodujo al óleo su colorido, dándole una imitación perfecta.

Esta mascarilla fue acoplada a otra imagen, de análogas proporciones, que el Convento poseía, y que utilizaban para la procesión de la Purificación de la Virgen, en su advocación de la Candelaria, colocándole igualmente vestido, manto y corona auxiliar similar a la verdadera; incluso, para mayor semejanza, la adornaron con una medalla de oro, que entonces lucía la Imagen verdadera, estrenada en la procesión de agosto de 1930, obsequio de la empresa Minas de Rodalquilar, realizada con el primer oro obtenido de dichas minas. La Imagen verdadera, quedó guardada en la celda del P. Ballarín, tratando de preservarla del peligro vandálico que había contra iglesias y conventos.

Corría el mes de mayo de 1936. El Templo de Santo Domingo, como era habitual, conmemoraba la festividad de Santa Rita con una novena. Dª Angustias Pérez, como presidenta de esta Asociación, aportaba todos los enseres que adornaban la Capilla de la Santa para estas celebraciones, como eran jarrones, pedestales, alfombras, manteles, flores, etc. A la terminación de estos cultos era desmantelado el exorno del altar y restituidos los enseres a su dueña; faena que efectuaba el Hermano encargado de la Sacristía, Fr. Luís Fernández Martínez, que estaba recién incorporado a la Comunidad, procedente de las misiones de América.

Fue este el momento propicio pensado para ocultar la Imagen en el domicilio de Dª Angustias y D. José Pérez Gallardo, según se había convenido previamente. La Imagen, sin manto ni corona, con la cabeza envuelta en un gran algodón, y liada en una cretona roja, al hombro de Fr. Luís, como si fuese un bulto más, fue transportada a su nuevo refugio. Para no levantar sospechas, entre las idas y venidas con jarrones, pedestales, etc., sobre mediodía, después de comer, el momento de menor tránsito, el Hermano Lego hizo el traslado, saliendo por la puerta lateral, ya que desde aquí el portal de los Sres. Pérez Gallardo distaba como un tiro de piedra (actual Sanatorio Virgen del Mar) en cuya planta baja tenían su domicilio. Esto ocurrió exactamente el 23 de mayo de 1936.

En su nuevo domicilio la Imagen fue colocada, en un principio, en un armario ropero, tal como fue llevada, y siete días después trasladada, dentro de la misma casa, a un cuartucho que había junto a la escalera de caracol que subía al terrado, que estaba junto a la cocina, donde se depositaba la leña, el carbón, así como algún trasto inútil. Allí estuvo escondida, debajo del montón de la leña, camuflada durante toda la contienda civil hasta 1939.

Por la mismas fechas, la dirección de la Hermandad y los Padres Dominicos, no siendo posible preservar la totalidad del ajuar de la Patrona, por razones obvias, determinaron al menos “quitar de en medio”, el Manto Regio de Isabel II y el de “Los Gusanos”, obsequio del Sedero catalán y Ex Comisario Regio de la Seda, D. Federico Bernades Alavedra en 1929. Los dos mantos, junto con otros enseres de menor entidad, fueron guardados generosamente, a pesar del peligro que ello entrañaba, por la Dama Camarera Dª Mª Ana Martínez Ramírez. Dª Ana superó con valor todos los riesgos, que eran muchos, motivada no solo por sentimientos religiosos firmes y de raigambre, sino también por el recuerdo de que su abuela, Dª María Teresa Cassinello Pagán, también Dama Camarera, que intervino en los trabajos de restauración del Manto Regio, desde el 28 de mayo de 1885 al 20 de agosto de 1886, en la clausura del Convento de las Puras, con otras veintidós Damas, bajo la dirección de Sor Isabel de los Remedios de Haro y Alonso, Abadesa del mismo. Ambos mantos fueron camuflados, en la medida de lo posible, a pesar de  los intensos registros que se efectuaban, envueltos entre las alfombras de la casa, enrollados con las mismas y emplazados en el cuarto del terrado, habitáculo entonces tan en uso para guardar todos los trastos inservibles de la casa.

Las joyas que poseía la Virgen, procedentes de las donaciones de fieles y devotos, estaban depositadas en una caja del Banco de España, las cuales desaparecieron al pasar a Rusia todo el Tesoro Nacional, previamente incautado por el Gobierno de la República, cuya totalidad, por disposición de éste, fue transportado a Cartagena en 1938 donde fue embarcado hasta Odessa.

La Virgen del Mar y el Niño tenían sendas coronas de oro, adquiridas por suscripción popular efectuaron las Damas Camareras al ser robada la anterior el 23 de agosto de 1891. Contaba con diseño del litógrafo almeriense D. Hilario Navarro de Vera y fue  ejecutada en Madrid por D. Zacarías Pérez Sanz, estrenándose el 1 de enero de 1894. Esta corona, ante las circunstancias que se sucedían entonces, fue depositada en una casa honorable, íntima de la Comunidad de PP.DD. Y narra el P. Joaquín Delgado O.P. al respecto: “Parece ser que el pánico a un registro hizo que la entregaran a un pescador, que la arrojó al mar (en el espigón de levante). Misterio que la policía no pudo aclarar para evitar complicaciones a dicha familia, a petición del superior de los Dominicos”. La Hermandad utilizó en 1939 los servicios de los buzos de la J.O.P.,  que rastrearon el espigón de Levante y la bocana del Puerto repetidas veces, infructuosamente, donde había constancia de que, empaquetada, había sido allí arrojada.

El P. Ballarín conservó la Cruz Pectoral y Anillo del Obispo Fr. Bernardo Martínez Noval, fallecido el 25 de junio de 1934, quien lo donó para la Virgen del Mar, y que, conservado, vino a ser el primer oro destinado a la confección de la Corona hecha para la Coronación Canónica de nuestra Patrona en 1951.

El 22 de julio de 1936 la Comunidad de PP.DD. decidió dispersarse, al rendirse las tropas sublevadas en Almería que mandaba el Teniente Coronel D. Juan Huertas Topete, y hacerse con el mando las fuerzas milicianas armadas. Ante su acción represiva, el Prior del Convento Dominicano distribuyó los escasos fondos de los que disponían entre la Comunidad: partieron a algo menos de 100 pesetas cada uno; consumieron las formas del sagrario y con un fraternal abrazo los despidió, dispersándose. Ballarín con el Hermano Fr. Luís permanecieron en la casa e Iglesia, hasta el día 23, que en la madrugada y a primeras horas de la mañana prendieron fuego al templo; teniendo entonces forzosamente que salir de allí. A este templo y al de San Pedro les prendieron fuego un grupo de la F.A.I. que encabezaba un vecino de las inmediaciones de la  plaza de San Pedro. Sólo se salvo de esta quema la Iglesia del Corazón de Jesús, que había sido dedicada a Estación de Autobuses.

El Templo destruido por el incendio de 1936

El templo de la Patrona no era la primera vez que sufría intentos de incendio. Ya a primeros del 1936 sus puertas fueron rociadas de gasolina, siendo apagados estos prendimientos por los Hermanos Legos, con la ayuda de Ballarín. En la mañana del 23 de julio de 1936 fueron prendidas nuevamente las puertas, y con el fuego y violentadas las mismas, tuvo lugar el libre acceso a la Iglesia. Fueron amontonados los bancos para una enorme pira, y los altares, asimismo, rociados de gasolina prendiéndole fuego a todo, formando una formidable columna de fuego. Esta enorme pira originó el derrumbe de buena parte de la techumbre, así como la calcinación de las columnas, por lo que la nave quedó convertida en un montón de escombros, unida a la chatarra producida por los objetos que sufrieron la consecuencia de esta combustión. Con las puertas arrancadas y quemadas, el local quedó a merced de cuantos quisieron entrar y albergarse allí, hasta que posteriormente fueron tapiadas.

Entre los muchos objetos convertidos en chatarra destacan las cuatro arañas de alumbrado que fueron donadas, procedentes del antiguo Teatro Principal o de Campos, que estuvo emplazado en el Paseo, hoy edificio Banesto, cuyos propietarios en 1823 las regalaron al templo, siendo los donantes: D. Juan Muro, D. Esteban Maeso, Dª Josefa Campos y Dª María Mercedes Pastor Jiménez, éstas, Damas Camareras de la Virgen del Mar.

En este lamentable estado permaneció el Templo hasta 1939, en que se inicia el desescombro, por un grupo de unos cincuenta almerienses, que acudieron voluntarios a la llamada del P. Ballarín.

El P. Aquilino fue recogido en la casa donde fue ocultada la Imagen de la Virgen del Mar, vivienda de los hermanos D. José y Dª Angustias Pérez Gallardo, y la servidora Srta. Carmen Cruz. Cuando se intensificaron los bombardeos en la ciudad se trasladaron, en un carro, a Alhabia, albergándose en la casa del matrimonio formado por D. José Sánchez Vivas y Dª Carolina de Yebra Rittvagen y Alonso de Zúñiga e hijos, farmacéuticos de dicho pueblo, donde fueron acomodados en unas estancias de aquella gran casona, en la que permanecieron por espacio de un año, ya que eran familiares. El P. Aquilino era conocido allí como “el Maestro D. José” y Carmen Cruz, en tanto, solía venir con relativa frecuencia a la casa de Almería a “echar un vistazo”. Como se había expuesto anteriormente, la Imagen de la Patrona jamás se cambió de lugar de refugió y allí permaneció hasta abril de 1939.

Cuando marcharon  temporalmente a Alhabia, en prevención de no ser usurpada la vivienda, como era norma entonces, sobre todo a partir de la llegada de los refugiados de Málaga en 1937, D. José y Dª Angustias emplazaron en la misma al maestro zapatero Salvador con sus 7 hijos, que eran conocidos de ellos, personas honradas a carta cabal, y de toda su confianza, cuya vivienda había sufrido los desperfectos de un bombardeo en la cercanía; quienes cuidaron esta vivienda como propia. Tenía su taller de reparación del calzado en la calle Real, entre la calle Trajano y la actual calle de Antonio González Egea, antes Infantas, frente a la que fue fábrica de somieres y baúles en dicho lugar.

El 29 de marzo de 1939 Almería queda bajo el mando del General Franco. Ello trae consigo que nuevas Autoridades civiles y militares asuman el mando de la Provincia al final de la contienda. Las tropas llegaron a Almería el 31 de marzo al mando del Sr. López Montijano.

Los Padres Ballarín y Aquilino, únicos supervivientes dominicanos aquí en la ciudad, renovaron inmediatamente su labor sacerdotal, poniendo manos a la obra. La primera decisión fue contactar con D. Francisco Rovira Torres, Hermano Mayor de la Hermandad de la Virgen del Mar que ostentaba el cargo desde 1931 renovado hasta 1935. En estrecha colaboración, decidieron llevar solemnemente la Imagen de la Virgen del Mar, emplazándola para el culto en una estancia del propio Convento. A tal fin, Rovira contactó con antiguos miembros de la Junta de Gobierno como fueron: Andrés Cassinello García, José López Quesada, Miguel Viciana González, Rafael Romero Cortés, Juan Antonio Martínez de Castro y Carlos Jover y Vidal, organizando la procesión de traslado de la Imagen desde su refugio, en Plaza de Santo Domingo, al Convento Dominicano.

Recién terminada la contienda componen el primer núcleo de esta Comunidad de Padres Dominicos los dos que aquí pudieron sobrevivir, Fr. Ramón Ballarín y Fr. Aquilino Marinas O.P. Inmediatamente después se incorporó Fr. Jerónimo Baturoni Salmerón O.P. y seguidamente Fr. Federico La Rubia O.P., a quien los sucesos de 1936 le sorprendieron fuera de Almería realizando tareas de apostolado. Poco tiempo después se incorporará a la Comunidad Fr. Mariano Herrero O.P. y el Hermano Lego Fr. Tomás.

Ya desde el 29 de marzo corrió la voz por la ciudad de que la Virgen del Mar se había salvado, ocultada en la casa de la familia Pérez Gallardo. Permaneció fuera de su sede desde el 23 de mayo de 1936 al 2 de abril de 1939; es decir, treinta y cuatro meses. En este venturoso día de abril va a salir la Imagen de su refugio en olor de multitud, con el gozo de los almerienses.

Un grupo de damas, como fueron Isabel Rabell García con su familia, auxiliada por Carmen Zea Marcos, Dolores Cordero Torres, Soledad Gómez Campana y Ana Martínez Ramírez, a toda prisa prepararon las ropas y útiles para que la Imagen de Nuestra Señora saliera en procesión, como en los viejos tiempos, a pesar de los escasos recursos de que en aquellos momentos disponían, después de tres años de contienda. Para portar la imagen, se improvisaron unas “andas”, construidas a prisa y corriendo, con maderas que se pudieron conformar, recubriéndola con la bandera española a modo de “paño de andas”.

A la Imagen se le puso el traje y manto de “Los Gusanos”, que había escondido Dª Ana Martínez en su domicilio de Álvarez de Castro. El “rostrillo” para la cara de la Imagen se confeccionó en el domicilio de Isabel Rabell, con un trozo de tela adamascada y una de las tocas de la Virgen que pudo ser guardada. Como corona para la Imagen fue adaptada una perteneciente a Ntra. Sra. del Sagrado Corazón, que habían logrado salvar las Damas Catequistas, y que fue cedida por ellas en aquellos momentos.

Con todos los preparativos previos, se dispuso el traslado procesional, el Domingo de Pascua 2 de abril de 1939, a las 11 horas, que fue anunciado por Radio Almería, constituyendo un regocijo popular su salida, y sobre todo, el hecho de haberse salvado la Imagen de la Patrona que todos creían destruida. Por la mañana ese día, como Diana, la Banda Municipal de Música, y las cornetas y tambores del Ejército, recorrieron las calles con un alegre repertorio de marchas, pasodobles y pasacalles. El nuevo Ayuntamiento, con su Alcalde a la cabeza, se desplazó desde la Plaza Vieja hasta la Plaza de la Catedral, donde radicaba el Gobierno Civil, para recoger a la primera autoridad de la Provincia. Esta comitiva, engrosada con gran cantidad de público, se dirigió por calle Eduardo Pérez, Real y Séneca a la plaza de Sto. Domingo, emplazándose delante de la fachada del domicilio de los Sres. Pérez Gallardo, donde la imagen estaba preparada ante el portal de la casa.

Bajo los acordes de la Marcha Real y el clamor y griterío del público que llenaba la plaza, salió la Virgen del Mar a la calle, dando cara hacia el edificio que la había custodiado, como dándole adiós a sus moradores. Y ya en la calle, los portadores le dieron la vuelta hacia el público que la aclamaba, organizándose el traslado procesional. Una sección de Caballería batía marcha hacia la Plaza Circular. La Imagen, ante la puerta principal del templo en ruinas, su casa, hizo estación, rezándose una Salve, prosiguiendo a continuación hacia la plaza Circular, donde se había montado un altar en la embocadura del Paseo, emplazándose el público ante el mismo, las autoridades a ambos lados, y las Fuerzas en calle Gerona (Maura) y Reina Regente (General Villacampa).

Junto al altar se colocaron un grupo de enfermeras ataviadas con su atuendo propio, y como escolta un grupo de gastadores. Ofició la misa el P. Ballarín asistido por el P. Aquilino O.P. En la consagración fueron colocadas en el altar unas mariposas que giraban entre los vasos sagrados y la imagen de Ntra. Señora. Terminado el acto religioso, las fuerzas militares desfilaron ante las Autoridades y ante la Virgen del Mar. Finalmente se reorganizó la procesión de regreso, abarrotada de público acompañando a la Virgen del Mar. Al llegar a la Residencia de los Padres Dominicos en la plaza del Marqués de Heredia –Conde Ofelia-, antes de entrar la Imagen de la Virgen del Mar, junto a la puerta, y rodeada de las Autoridades asistentes, desfilaron las tropas de la guarnición.

Más información: artículos de José de Juan Oña en el Boletín de la Hermandad, nº 13 (agosto 2000) y nº 14 (diciembre 2000).


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